Rejas laborales
Llegué a la oficina. Ese día el ambiente era distinto, las caras y los personajes habían cambiado. Incluso el color de las paredes. Me habían contratado en una consultora por un tema de carroñerismo político. Sabía que no duraría mucho allí pero también que, por el momento, era un trabajo cómodo, relativamente sencillo y económicamente excelente. Tras recorrer el primer piso, saludar a los que fichan, al guardia de seguridad y al de la Caja de Ahorros accedí a mi departamento. Era un lugar gris, con un silencio propio de esas horas de la mañana y con las mismas caras y los mismos ojos de siempre postrados tras las pantallas de ordenadores reciclados. Entro por la puerta que despierta en mí los peores sentimientos y en el habitáculo en el cual manejo la desinformación del carroñerismo político descubro que mi mesa ha dejado de ser gris. Su tonalidad pálida ha olvidado los colores y hoy se muestra negra. Al igual que todos los elementos y herramientas que utilizo diariamente. Mi semblante cambia, pero no sabría dibujar en qué dirección. Noto la ausencia de luz, excepto la lúgubre estela que entra por la ventana. Ese día descubrí que donde trabajo es mi cárcel y pensé en la tristeza de cuantos amigos al otro lado del hilo telefónico han obviado las rejas que les amordazan y me han hecho sentir que mis lamentos son infundados. Hoy ha dejado de ser mi cárcel y he salido a la calle. No hay muchas más ausencias de color que admirar cuando entras en las edificios cercanos pero al menos a los trabajadores que allí cohabitan les han pintado las rejas de negro para que nunca las vean.
El trabajo, la oficina, debería de ser nuestra otra casa, pero desafortunadamente no es así y en muchas ocasiones tenemos que hacer de tripas corazón para poder ganar algo para nosotros y nuestra familia.
P.D. Si miras en la barra lateral de mi blog verás tu nombre, mas adelante cuando tenga tiempo y me haya leido tu blog haré un pequeño artículo, sobre el tuyo.
Saludos
10:42 a. m.
En el mundo laboral de hoy en día, la oficina se ha convertido en la carcel para muchos asalariados. Bastaría ver las condiciones en que trabajan en China o en otros países asiáticos, en donde la globalización los obliga, casi, a ser esclavos.
Yo he purgado mi condena también.
4:15 p. m.
Pocos textos tan buenos he leido.
8:13 p. m.
Un buen texto. Las comparaciones, las imágenes acercan muy bien a la idea de sordidez y tristeza. Qué pena: el trabajo, una cárcel. Y es tan cierto casi siempre...
9:00 p. m.