Vida puzzleriana
La curiosidad es la herramienta necesaria para cualquier rastreador de internet que se precie pero a veces, puede pasarnos facturas personales.
Me encuentro navegando por internet y, como todo curioso, deseo descubrir si alguien me pone a parir en un foro, si he recibido premios virtuales no reconocidos o si mis allegados me dejaron algún día un mensaje virtual que no llegué a recibir.
La dinámica de mi trabajo es sencilla. En nuestro afamado buscador de Google escribo mi nombre y mi primer apellido, entrecomillado, para que no haya lugar a dudas, y en minúsculas, para que las neuronas virutales no piensen que soy una chillona.
Me apodero de mis logros y de los de las miles y miles de personas que se llaman como yo. Entonces, inicio lo que vengo a llamar mi nueva vida puzzleriana.
Tomo de cada entrada de internet lo que más me interesa. Dibujo mi nueva vida como atleta consagrada, me hago un par de masters y un doctorado con un solo clik del ratón, soy escritora de famélicos relatos, psicóloga especialista en animales de compañía, ludópata y hasta budista reconvertida al cristianismo tras afincarme en Agaipur.
Mi nueva vida me resulta intersantísima de manera que decido dar color a la de los demás. Asi, hago de mi chico un astronauta domador de leones, de mi madre una pitonisa famosa y de mi padre un actor de películas del oeste de pelo colorado y dibujante de comics.
Mi nueva vida si que me gusta porque, simplemente, la he dibujado yo. A mi gusto, con mis sentimientos y cogiendo todo aquello que me gusta de la vida y de las experiencias de los demás.
He podido ser pederasta, defecadora profesional y mujer convertible en mueble pero ya me parecía abusar. La red, da para lo que da. La imaginación ya depende de cada uno.