Semblantes Europeos
Siempre he apoyado la tesis de que los objetos inanimados, de alguna manera, tienen una especie de sentimientos que se transmiten a los humanos de la formas más extrañas. Hoy añado algo más a esta tesis: en el momento en que la retorcida mente humana intenta que esos sentimietos de los objetos inanimados se transformen a nuestra imagen y semejanza, erramos por doquier. Visitando una ciudad europea, descubrí un escaparate en modificación que tan solo mostraba partes de maniquíes como partes del cuerpo inconexas. Descubrí una piernas tras un rostro, una busto sin extremidades lanzado al antojo de algún crápula, unos pechos descolgados de su tronco y unos brazos separados de un torso que descansaba en posición horizontal. Ese mundo de pvc me abrió el sentimiento, una vez más, hacia los objetos inanimados y pensé en la poca responsabilidad de los humanos hacia lo material. También, que como rudos autómatas tendemos a dibujar lo que nos representa, siempre, a nuestra imagen y semejanza. Cuando en casa, de manera sosegada, revisé esta fotografía, descubrí que yo no me siento identificada con estos ojos de mirada altiva. Si hacemos las imágenes que nos representan a nuestra imagen y semejanza deberíamos ser algo más rigurosos. Prefiero una simple percha portando los tejidos que vaya a adquirir. Me parece que refleja de manera más adecuada la simpleza del ser humano.