Empacho geográfico
"Pensamientos todo a cien" es un tributo al postmodernismo. Un espacio virtual en el que todo cobra la valía que cada cual le quiera otorgar. Si quieres gritar aquí puedes hacerlo pero, no lo olvides, es virtual...UTILIZA LAS MAYÚSCULAS.
“¡¡Ay que joderse!!, toda la vida renegando de la cruz que me colgaron del pecho cuando nací y hoy estoy aquí... corriendo... como un estúpido degenerado, porque he quedado con Dios para tomar una caña” Con esta ansiedad manifiesta me dirigía a esta importante cita de la cual no conocía ni el motivo ni el final. “Y dime tú que coño tendré yo que ver con el tal Dios¡¡. Un tío del que me llevan hablando toda la vida. Un fantasma de la infancia que tenían en casa colgado y dibujado por todos sitios y yo pensaba...pues eso, que era un fantasma,... un fantasmón de propaganda. Eso sí, el tío... muy diplomático. Bueno, pues a ver que me cuenta el Dios este”, me dije mientras jadeaba por las prisas y apuraba el cigarrillo. “Me jode presentarme así, pero no he tenido un buen día. No te creas que tengo tanta cara para venir a pedirte un favor en este estado. No me faltan razones para odiarte. Nunca me has hecho ni caso, pero imagino que los amigos están ahí siempre, sin condiciones...y yo sé que tú me has mirado de reojo alguna vez...bien y mal...como a los amigos”, me dijo el cachondo cuando le recogí medio borracho de la barra de un bar. No contento con esta retahíla me suelta que mate a mi caniche, que él esta anciano, que no tiene fuerzas y que es el próximo animal por morir. Ante mi mirada estupefacta y colérica le mando “cerca” y le ofrezco mi rotunda negativa. Su visita me dejó algo despistado. De tal manera que vagueo por las calles hasta que decido ahogar mi ansiedad en un bar con televisor, en un día que sabía que no había partido de fútbol. Al entrar, la camarera estupefacta miraba la caja tonta y ante mi pregunta de qué había pasado me comenta que un pit-bull ha arrancado la cabeza de cuajo a un señor. Dirijo mi mirada al televisor y reconozco la cabellera de Dios. Los perros son los mejores amigos de los hombres, pero también los más fieles a sus semejantes.
Las clases de tenis pueden ser un foro de lo más apropiado para mantener conversaciones de lo más insospechadas. También para realizar similitudes entre las herramientas con la que se juega y la propia vida. Mi profesora tiene una chispita especial quizá debida a la embriaguez de frío que la acongoja cuando el último grupo llegamos a “dar unas bolas”. El otro día decidió bajarse del trono y jugar “a puntos” con nosotros. Yo, que provengo de una profesión bipolar en la que el lenguaje puede variar entre lo más exquisito y lo más chabacano, leo entre líneas cada letra y de ella extraigo un contenido para entretener a mis perversión. No pude jugar. Los ataques de risa se apoderaron de mi cuando abandoné mi profesionalidad deportiva y decidí centrarme, tan solo, en mi imbecilidad dialéctica. De esta manera, cuando ella decía “¡¡súbeme esa bola¡¡” a mi mente venía una enorme teta,- teta con mayúsculas- que me ahogaba. Mi juego literario no acabó ahí y lo intercalaba con el deportivo para hacer más amena la velada. ¡¡Tírame de las bolas y no hagas el globo¡¡¡- decía Silvia- y yo, cada vez más ruborizada por la absurda situación que me ofrecía mi imaginación, lloraba de risa al imaginarme la cara de cualquier varón en la fina línea que separa el dolor de la vergüenza. Mi imaginación era cada vez más calenturienta. Una de las ocasiones en la que hube de quedarme parada por no tocarme turno, tuve una ensoñación en la que Silvia portaba en lugar de una raqueta, un látigo, y en lugar de un chándal negro, un aparatoso traje de cuero que separaba su piel del frío. Al marchar a casa me pregunté si yo era tan imaginativa como pensaba o si es que el ser humano es tan enrevesado como para tener que llamar “bola” a lo que siempre se ha llamado “pelota” o para tener que llamar “globo” a lo que siempre se ha llamado “lanzar la pelota a ninguna parte”. ¿O era condón?.
El arte de la exageración me llevó el otro día a contar a un amigo que me había cortado el pelo con el único fin de llegar puntual a mi trabajo. De esta manera no tendría que peinar mi abundante cabellera y dispondría de más tiempo para introducirme en atascos interminables e imbuirme de imágenes de ciudadanos recién levantados buscando tesoros en sus baúles nasales. La exageración puede llegar a ser un arte si se utiliza con argucia y alegría. Quizá sea sumamente exagerado, pero en las primeras horas de la mañana los seres humanos parecemos animales hasta que despertamos y descubrimos la desagradable sociedad que nos marca lo correcto (¿?). Es fácil encontrar en las cabezas de los humanos seres enrabietados llamados pelos que mantienen una dura lucha entre ellos, trozos de ese yeso con flúor que se convierten en estalactitas de los bigotes o etiquetas de camisetas que pelean por liberarse del tejido y cuelgan en los lugares más insospechados. Los animales mañaneros tienen en sus ojos grandes rocas amarillentas que les impiden la visión y unas grandes balsas de agua de petróleo que cuelgan de sus pestañas inferiores. La vida por la mañana es enrabietadamente caprichosa. Hay quien siendo un galgo se convierte, bajo el efecto del sueño, en un aletargado osezno y hay quien, pareciendo habitualmente una tortuga, se convierte en un veloz equino. ¡Qué exagerada es la mañana! ¡Cómo hace y deshace a su antojo¡
Hoy me he sentado en el lado salvajemente sincero de la mesa.En el lado amable de la vida. Frente a mí, la desvergüenza, el despropósito, la hipocresía y el cinisnmo bailaban una danza con el poder. Éste, a su vez, veía aumentado el tamaño de su trono. La obra teatral prometía. Mucho. Yo, desde el lado sincero de la mesa, veía con ironía las desvergüenzas y lanzaba claveles envenenados al escenario. Las comidas en restaurantes son los mejores escenarios para los políticos. Allí, tienen licencia para sobreactuar. Benditos escenarios reales con normas y guiones¡¡¡
Me miró. Le miré. Sabíamos lo que había aunque él nos se lo creía. Yo preparé un arsenal de galletas. Él, uno de pocas intenciones. Era su baño trimestral enmarcado en un desagradable día lluvioso, gris. Tan gris como las imágenes que capta su retina. Si los animales ven en blanco y negro y los seres humanos tienen también la capacidad de desaturar las imágenes de sus sueños. ¿Qué nos diferencia? Sentimos instintos rabiosos pero también somos, a veces, de lo más vulnerables. Somos animales - a veces incluso más fieros que ellos - , la pena es que no está bien visto que vayamos por la vida devolviendo la mordida a quien nos ataca. ¡Maldito protocolo!
Hace unos días mi pared naranja vivió una situación insólita. En el último viaje que realicé tomé unas fotografías de los viandantes por su aspecto curioso o por la actitud que reflejaban y un año después decidí colgar sus vidas en el yeso con una alcayata. Pasados unos días las miradas de estas figuras, realizadas con haluros de plata, habían cambiado. La expresión de estas personas tornó a infeliz. Sus ojos se volvieron tristes e incluso llegaron a manifestarme verbalmente su situación. Cobraron vida, descendieron desarrapados y a medio hacer de sus marcos de cristal y me comentaron que no pueden carecer de libertad mientras observan como yo disfruto de mi vida. El país del que proceden tampoco les ofrece demasiadas oportunidades, de ahí su aspecto indigente, pero la libertad no sabe de textiles ni de alimentos. La TDT no llenaba sus largos días en los marcos cuadrados aunque los anuncios publicitarios quieran hacernos llegar la idea de que la libertad nos la ofrecerán los objetos. Ahora viven sus vidas conmigo, en un país occidental. Ya me han pedido un coche cada uno y un teléfono móvil.
La rutina entró anoche por la ventana de mi habitación y se adhirió a mis neuronas en forma de insomnio. El reloj de mi cocina se oía clikear contando los segundos que separaban mi cuerpo y mi mente de la vuelta a la rutina laboral. Las sábanas se pegaban a mi cuerpo de una manera extraña como si conociera el destino de mis poros unas horas después. La oficina estaba excesivamente tranquila, la mesa impoluta y las caras de mis compañeros, la mitad de sus caras – pues no estaban a pleno rendimiento - parpadeaban en sus escritorios puesto que las bombillas neuronales aún no se han encendido en todo su esplendor. Me senté, pulsé el botón que da vida al ordenador y noté como el disco duro borró en un instante todos los recuerdos que tenía de mi época estival. Maldito Gates – me dije – en el momento en que mi CPU ha sentido el vibrar de tus herramientas me he reseteado como un complicado PC. Ahora lo estoy bombardeando. Ya he introducido 200 fotos de mis vacaciones. A ver quién puede más.
Siempre he apoyado la tesis de que los objetos inanimados, de alguna manera, tienen una especie de sentimientos que se transmiten a los humanos de la formas más extrañas. Hoy añado algo más a esta tesis: en el momento en que la retorcida mente humana intenta que esos sentimietos de los objetos inanimados se transformen a nuestra imagen y semejanza, erramos por doquier. Visitando una ciudad europea, descubrí un escaparate en modificación que tan solo mostraba partes de maniquíes como partes del cuerpo inconexas. Descubrí una piernas tras un rostro, una busto sin extremidades lanzado al antojo de algún crápula, unos pechos descolgados de su tronco y unos brazos separados de un torso que descansaba en posición horizontal. Ese mundo de pvc me abrió el sentimiento, una vez más, hacia los objetos inanimados y pensé en la poca responsabilidad de los humanos hacia lo material. También, que como rudos autómatas tendemos a dibujar lo que nos representa, siempre, a nuestra imagen y semejanza. Cuando en casa, de manera sosegada, revisé esta fotografía, descubrí que yo no me siento identificada con estos ojos de mirada altiva. Si hacemos las imágenes que nos representan a nuestra imagen y semejanza deberíamos ser algo más rigurosos. Prefiero una simple percha portando los tejidos que vaya a adquirir. Me parece que refleja de manera más adecuada la simpleza del ser humano.
Me siento abandonado- me dijo Pensamientos Todo a Cien- hace unos días. Me gritó desde un lugar virtual y sus ondas sonoras se introdujeron en mi interior haciéndome un daño feroz. En un principio- me comentó- pensaba que algún loco había lanzado una E-Bomb y que todos los aparatos electromagnéticos se habían paralizado porque no entendía porqué mis tecleos iban en alarmante disminución. Le expliqué que la situación ha sido compleja y que mis dedos no han recibido los suficientes impulsos. A él, y a todos...disculpas por pensar que las cosas materiales también se pueden abandonar a mi antojo. Mis dedos vuelven a vibrar. Confío en que vuestros ojos y el seguimiento de estas líneas también.
La vejez es como la propia vida de los ancianos: le faltan piezas. Piezas en forma de recuerdos que se rellenan con simples emociones y satisfacciones mundanas. Hoy he acudido a un centro de jubilados del cual he salido con los brazos amoratados de los apretujones, los pelos como mi querida Duquesa de Alba y los sentimientos conmovidos. Unas animadoras socio-culturales despojaban, en un predicar de yoga, las malas vibraciones de aquellos ancianos que no las tenían porque en el caso de que las tuvieran les harían romper al momento su frágil estabilidad. No tenían malas vibraciones, pero vibraban. Y mucho. No lo digo porque lo haya visto, sino porque lo he leído. Un cartel, esclarecedor de situaciones que se suceden, al parecer, con asiduidad, rezaba que aquellos que montaran gresca en el salón de baile se abstuvieran de bailar. Me ha hecho gracia. Mucha gracia. Por un momento me he imaginado a algunos de los pellejitos soportando cartucheras con pistolas, consumiendo licores prohibidos en el local y disparando al aire para impresionar a las mozas. Me he preguntado si todos querrían bailar con la misma y por eso armaban el follón. Cuando he salido, me he dado cuenta de que lo que sucede es que a algunos no les gusta trabajar y es preferible tener a los ancianos atontolinaos “pasito palante, pasito patrás” que dejarles expresarse y sentirse, hombres, mujeres, celosos, enamorados o simplemente lo que son….seres humanos.
Quien piense que la imparcialidad es un término que existe en el diccionario para hacernos pensar sobre ella misma, que deje de leer este relato. La imparcialidad es tan egocéntrica que piensa que existe, que es absoluta y que se da en todas las acciones que llevamos a cabo. En la decisiones que tomamos, en cómo vemos a los demás. Trabajamos en lugares imparciales, tanto como la guerra; vivimos en pueblos ecuánimes, donde las decisiones de los dirigentes de turno no van en función de parentescos ni iniciales en los inicios de los expedientes. Somos todos imparciales. Tenemos parejas que hemos observado bajo criterios objetivos, vestimos atuendos relacionados con el objetivismo de los demás y nuestras decisiones laborales se ajustan tanto a derecho que no entendemos porqué nuestros compañeros no nos ofrecen una dulce sonrisa para hacernos el día más agradable. Pero nuestra imparcialidad es absoluta. Tanto como la de los jueces, ministros, policías, fotógrafos e incluso peluqueros que su desagradable día ha provocado que parezcas la Duquesa de Alba. Somos justos. Nuestras decisiones son la apropiadas, las correctas, las que se erigen sobre las parcialidades de los demás. Lo observo todos los días. Lo escucho en la radio, lo leo en la prensa, lo veo en los informativos. Lo escucho, lo leo y lo veo mientras pienso que ellos también se sienten imparciales. Desdichada conciencia. ¿Dónde nos vas a llevar?
Mi persona ha sufrido hoy una dura pugna con el mundo de los caracteres. Las letras "ELES" y "ELLES" se han colocado en forma de vallas para hacerme tropezar y grandiosas "TES" se volcaban a mi paso para hacer una trinchera de prosa. He girado una esquina, pensando que ya llegaría hasta vosotras, pero las "VES", la "UVES" y las "UVESDOBLES" se han conformado como grandes montañas para impedirme el paso. Las he atravesado. Al descender de ellas, una enorme "ESE" se conformaba como un serpenteante río y las "DES", las "ERRES" y las "EQUIS" caña en mano...querían cazarme. Salí impune de esta cruel caza. Por fin, llegué hasta vosotras tras pelear a fuego con "BES" y "EFES". Vocales, os quiero. Liderar el abecedario para que yo, pueda liderar la prosa.
Un click de ratón abrió en mí un mundo nuevo por descubrir. Un planeta que, sin saberlo, acabaría enganchándome hasta el punto de que perdí mi dedo índice. Como un niño que asoma en una ventana entreabierta, el Boletín Oficial de la Provincia me descubrió un mundo oculto en el que poder imaginar, dibujar facciones, colores de vehículos y grandes paisajes. Cada mañana, cual ansia del fumador que desayuna un pitillo, encendía el ordenador de la oficina para dibujar mi fantasía mañanera. Imaginaba que los terrenos desafectados para hacer carreteras correspondían a alguna anciana que, desolada, lloraba tras recordar que su marido pasó allí con el tractor cientos de soles. Dibujaba los perfiles de los vehículos que habían sido multados y veía a los propietarios en su interior comiendo sándwiches de cangrejo, fumando cigarrillos, enfureciéndose con las noticias que escupían las radios o produciendo un cálido y jugoso beso. Sin poder parar de imaginar buscaba más droga en forma de letras oficiales para suplir mi deseo. Contabilizaba los sueldos que se habían puesto los políticos, a los que imaginaba de color verde chillón y con orejas puntiagudas, y leía las sanciones que se habían ejecutado por verter residuos a los ríos. A éstos, los imaginaba grises, con textura de chicle y tan humeantes como el cigarrillo que me fumaba mientras una parte de mi pupila vigilaba que nadie me viera. Mi ojo trabajaba tanto como yo. Lo curioso era que no lo hacía por si me pillaban fumando, sino por si alguien observaba el aburrimiento que me otorgaba la primera hora de la mañana mientras esperaba a que el gasoil cafetero entrara en mi interior. Un día te leí. Mira a ver, quizá te hayan enviado una carta notificándote que no se puede ir por la calle sin una sonrisa.
Hoy he descubierto que la publicidad es como los malos políticos o las parejas infieles. Llegas a un lugar donde un supuesto “elegido” te intenta vender la burra de que su proyecto es el mejor y que por eso debes “elegirle”. A medida que va transcurriendo la conversación descubres que la corbata que lleva no le pega nada con la personalidad que intenta mostrar, que sus gestos y miradas airosas surgen de un manual corporativo previamente establecido y que sus palabras se deslizan entre el resentimiento, la credulidad y una buena tostada de ego ingerida a la hora de desayunar. Trascurridos unos minutos de conversación el olor de su caro perfume se va desvaneciendo, al igual que los colores de los carteles publicitarios ubicados en las carreteras. Con las parejas infieles sucede lo mismo: voltean y voltean su producto publicitario no para decirte que sea el mejor pero si, al menos, para convencerte de que es el menos malo. Lo bueno de la publicidad es que es amplia y variada y te permite escoger. Por eso, yo elijo no escuchar a políticos sino oírlos y no conformarme con un medio cuerpo cuando también los hay con cerebro integrado. Eso sí, lo venden en cajita aparte. Tú tienes que montar las piezas.
Me quede muda cuando ví a esta persona. Tan solo pude hablar a través de mi cámara. De hecho, ahora tampoco consigo que mis dedos expresen como me siento. Esta enfermedad tropical y que se transmite por parásitos deforma el cuerpo del enfermo. Aún así...su sonrisa me da paz...aún...cada vez que le miro. Quiero tener su fe.